Si no somos humildes podemos hacer
desgraciados a quienes nos rodean, porque la soberbia lo inficiona todo.
Donde hay un soberbio, todo acaba maltratado: la familia, los amigos,
el lugar donde trabaja… Exigirá un trato especial porque se cree
distinto, habrá que evitar con cuidado herir su susceptibilidad… Su
actitud dogmática en las conversaciones, sus intervenciones irónicas –no
le importa dejar en mal lugar a los demás por quedar él bien–, la
tendencia a poner punto final a las conversaciones que surgieron con
naturalidad, etcétera, son manifestaciones de algo más profundo: un gran
egoísmo que se apodera de la persona cuando ha puesto el horizonte de
la vida en sí misma.